Ayer dos diputados del Partido Popular, Montserrat Nebrera, diputada en el parlamento catalán y Jesús López-Medel, diputado por Madrid, enviaron una carta, ella, y un artículo, él, pidiendo al presidente de su partido que abandone ya la idea de la conspiración del 11-M, que abandonen la crispación, que acepten el fallo del jurado y, a partir de ahora, empiecen a hacer política mirando al futuro.
Pues bien, el PP desautoriza a estos dos diputados por medio de Juan Costa, coordinador del programa electoral, y Daniel Sirera, presidente regional del PP en Cataluña.
Por otra parte, Alberto Ruiz-Gallardón pidió ayer a los poderes políticos y administrativos que «acaten» y «respeten» la sentencia.
Esto abre la eterna discusión: ¿deben los políticos ceñirse a la disciplina de partido o por el contrario deben ser democráticos y dejar que cada uno exprese libremente su opinión? Porque parece que ser que en la democracia nos encontramos con que los partidos no son democráticos internamente. Qué contradicción.
Pero, por otra parte, en las elecciones de nuestro país no elegimos a las personas, sino que elegimos a los partidos en unas listas cerradas. Por tanto, debería ser el partido en conjunto quien decide las líneas a seguir. Sin embargo, el acta es personal y un partido puede pedir el acta al diputado o diputada elegida en esa lista cerrada, pero dicha persona no está obligada a devolverlo y puede conservarlo hasta las siguientes elecciones.
Es complicado el entramado del «sí, pero no» controlo todo.
Claro que también depende de la importancia del disidente. Así, probablemente a estos dos diputados se les abra un expediente dentro de su partido y tengan algún castigo, pero Alberto Ruiz-Gallardón lo puede decir sin problemas, porque, aunque le desautoricen, seguro que no le abren ningún expediente.
Y esto no ocurre sólo en el PP, no, que ocurre en todos los partidos. Y cuanto mayores peor.