Salta la noticia con el siguiente titular:
«Muere una niña de dos años, que estaba sola, en un incendio»
Además nos anuncia el cronista que era una familia de origen marroquí. Pues ya tenemos el lío hecho: si es que esta gente son unos desalmados que pasan de todo, si es que no se acostumbran, si es que son unos animales que no saben vivir con las personas normales. Porque claro, después de leer el titular es lo menos que puedes pensar de esta familia de origen marroquí, coño, del ífrica, si lo mismo se creen que están en la jungla. Lo que ocurre es que es así, realmente viven en una jungla, pero peor que las naturales. Viven en una jungla con mucho hijoputa suelto por ahí, que aprovecha la mínima para asaltar al más débil, aunque él mismo sea una piltrafilla humana.
Seguro que alguno incluso exigirá que le retiren la custodia de su otro hijo de 4 años. Porque resulta que la niña tenía un hermano mayor, al que la madre llevó al colegio, dejando sóla efectivamente a la niña pequeña en su carrito y al lado de la estufa, en un pueblo de Zaragoza, Mallén. Me imagino el frío a esas horas de la mañana. A esa madre pensando:»si es sólo un momento, llevo a mi niño al colegio y a la pequeña la dejo en casa calentita al lado de la estufa y no arriesgamos a que coja un constipado de aúpa«.
Efectivamente, fue a llevar al colegio al mayor y, a la vuelta, vió como salía humo, entró corriendo y saco a la niña. Pero ya estaba muerta, asfixiada. Pequeñita como era, con unos pulmones aún incompletos, con algunas quemaduras – probablemente al prender la ropa – pero de las que no se derivaría su muerte, y claro, murió por la inhalación del humo.
Subrayo que la sacó la madre, más que nada para que puedan calcular lo que tardó la pobre mujer. Es algo que hacemos o hemos hecho todos más de una vez: «dejo al pequeño en la cuna, que hace mucho frío, o está muy dormidito, mientras acerco al colegio al mayor, mientras voy a por el pan, mientras bajo que me he quedado sin ajos, mientras…
Todos lo hemos hecho, y no somos unos salvajes. Simplemente lo pensamos así y además pesamos que no pasa nada. Y realmente casi nunca pasa nada. Pero desgraciadamente esta vez fue el «casi«.
Desde aquí un fuerte abrazo a esos padres y ese hermano de 4 años que acaban de perder a la pequeña de la casa.