No puedo pasar este día sin recordar a esas 191 víctimas directas y las cientos de víctimas indirectas entre familiares y amigos de aquel 11 de marzo de 2004. Todos ellos, unos y otros, totalmente inocentes. Como lo son otros muchos personajes de la vida pública y principalmente política de este país. Que Aznar nos metió en una guerra que la gran mayoría no quería es verdad; que los socialistas ganaron las elecciones contra pronóstico debido al atentado, es una interpretación; pero los culpables de todo no son otros que los terroristas.
La pena es que 7 años después nos encontramos un panorama desolador respecto a este atentado. La derecha más recalcitrante de este país y sus voceros siguen con la paranoia metida hasta el tuétano y las víctimas divididas por causa de esas paranoias. Los voceros acusan al Pesoe de ganar las elecciones valiendose del atentado sin querer reconocer que, como siempre ocurre en países con bipartidismo como el nuestro, no hay un partido que gane las elecciones, hay uno que las pierde. Y en ese año fue el Pepe el que las perdió no solo por llevarnos a aquella guerra que no queríamos casi nadie, sino por mentirosos. Esas prisas para acusar a ETA -algo que todos pensamos desde el principio-, esos intentos por que el Parlamento Europeo condenara la «masacre de ETA», ese Acebes mintiendo descaradamente mal. Todas esas acciones y algunas más hicieron que los votantes desencatados salieran a votar. No soportaron tanta cara dura.
Deberían reflexionar y ver lo que están haciendo al utilizar el terrorismo para ganar votos. Porque además no lo hacen, no ganan ni un voto. Hace años que llegaron al tope. Si acaso puede que provoquen lo contrario, como aquel aciago día: que los indecisos de la izquierda salgan en tropel y suban los votos de sus oponentes.
Pero el mal ya está hecho: la desunión de las víctimas, incluso de las más indirectas de todas: nosotros mismos.